Casa de Mayores Virgen del Carmen
Carta

En esta sociedad de consumo, de prisas, de satisfacciones inmediatas, donde el esfuerzo, la solidaridad, los sentimientos tiene cada vez menos cabida, donde la juventud es un valor altamente apreciado y nuestros mayores son un sector marginado… En esta sociedad, puedo asegurar que es un regalo ejercer nuestra profesión…

Una profesión de la que recibes constantemente lecciones de vida, donde aprendes a ralentizar el tiempo, aprendes a asumir las pérdidas, donde descubres que entregarte a los demás es inmensamente satisfactorio. Una profesión “dura”, donde el sufrimiento y dolor están presentes, pero son esos momentos donde más necesarios nos sentimos.

Francisca, María, Inés, Antonia, Manuel, Victoriano… cada uno de ellos son un cumulo de experiencias y sabiduría y se han puesto en nuestras manos para cuidarles cuando más nos necesitan.

En el desarrollo de nuestro trabajo, y hablo por boca de todos mis compañeros y compañeras, y de forma natural e inconscientemente, traspasamos “líneas”. Nuestra residencia es una continuación de nuestras casas, nos involucramos en las circunstancias personales de cada uno de nuestros residentes, estableciendo fuerte lazos con ellos y sus familias.

Quizás el reducido tamaño del centro hace que esto sea posible, aunque creo que no es cuestión de números sino de actitud y saber contagiarnos unos de otros de ese espíritu de entrega, empatía, respeto… ¡Somos una gran familia!

En esta “casa” pasó los dos últimos años de una larga enfermedad mi madre, siempre estaré agradecida por todos los cuidados que recibió. Ahora pensando que cada uno de nuestros residentes pudiera ser ella, o yo misma en un futuro, me hace vivir mi trabajo con infinita gratitud y de manera muy especial, y siempre recibiendo mucho más de lo que damos.

Mariam

“Una bella ancianidad es la recompensa a una bella vida”

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